Macanudo de Liniers

Macanudo de Liniers
"¿Y si no fuésemos otra cosa que los brazos de una voz?" Decir. Maliyel Beverido

miércoles, 10 de agosto de 2016

Escuchando tu silencio



Me basta así

Alberto Acerete


Si yo fuese Dios
y tuviese el secreto,
haría un ser exacto a ti;
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca),
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera
de sonreír,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
—de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso—;
entonces,
si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar que si yo fuese
Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,
yo,
mojado todavía
de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves, dejas
abandonado cuando —luego— callas...
(Escucho tu silencio.
Oigo
constelaciones: existes.
Creo en ti.
Eres.

Me basta)

*

La gran extinción

Alberto Acerete

Hay cosas que a veces nos facilitan la vida.
Por ejemplo,
decir «estuve equivocado» cuando se ha estado equivocado.
También pedir perdón
y saber cuándo no pedirlo.
O cosas materiales como la casa, los trenes,
el chocolate en burbujas, las escobas voladoras y especialmente la televisión.
Siempre es útil la humildad de aprender algo nuevo cada día.
Hay muchas cosas para seguir adelante,
del mismo modo en que, tras cada gran extinción, ha mejorado notablemente la vida en el planeta.
Hay muchas cosas, es cierto,
pero solo una nos hace inmunes a la muerte:
aceptar que hacemos menguar al resto incluso cuando respiramos.
Que por buenos que nos pensemos o bueno sea el propósito de nuestra vida
traemos el dolor con nosotros.
Y, en un gesto que ni siquiera sabemos altivo, lo regalamos generosamente.
Nos protegemos a ciegas pero, en definitiva,
es a nosotros a quienes debemos el perdón más firme.
Que da igual lo que tengamos, las intenciones y los sentimientos,
porque solo se sobrevive a la muerte del entorno
siendo fiel a uno mismo.
Y, finalmente, la fidelidad se acomete con una única cuestión:
¿Cuántas veces en la vida te perdonas?




Alberto Acerete (España, 1987) poeta, editor y traductor. En 2010 publicó El último verano, en 2014, Cartas a la guerra y, el año pasado, Yo quiero bailar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario