Macanudo de Liniers

Macanudo de Liniers
"¿Y si no fuésemos otra cosa que los brazos de una voz?" Decir. Maliyel Beverido

martes, 19 de enero de 2016

El Apango y el Fierro


El Apango, sobreviviente del 26 de Septiembre, junto a Tryno Maldonado. 
Foto: Tryno Maldonado.


Doña Bertha Nava, madre de Julio César Ramírez Nava exige 
justicia para su hijo y sus dos compañeros asesinados. Foto: 
Tryno Maldonado.
La última llamada que Bertha recibió de su hijo Julio César, antes de ser acribillado la noche del 26 de septiembre, la hizo desde su Nokia color vino, cuando iba entrando a Iguala en una de las dos Urvan de la Normal que asistieron a apoyar a sus compañeros. Estaban convocando a una rueda de prensa en el Periférico, y Bertha oía al fondo cómo mucha gente hablaba al mismo tiempo. Cuando Bertha vio la foto de la revista Proceso días después, reconoció de inmediato la camiseta negra de lycra, con vivos rojos y plateados, mangas largas. Bertha se la había comprado a Julio César en un tianguis por cinco pesos.

La tarde del 26 de septiembre, Apango y el Fierro fueron avisados que ese día se reduciría la ración de por sí parca del comedor. Lo lamentaron pero no dijeron nada. Tenían un plan alterno para apaciguar el hambre.

Fierro, el Verde, Chessman y el House tuvieron ese día ensayo con la Banda de Guerra. El Fierro era zurdo y a veces se cruzaba con el codo del Verde en la fila de las cornetas. Eso discutían muy de buenas más tarde en el almacén de los instrumentos cuando el Verde regresó del cubi con una playera vieja para dar lustre a los instrumentos. Viernes. Día obligatorio para limpiar los instrumentos. La playera era color verde.

Cuando alrededor de las 17:30 horas Bernardo Flores comenzó a convocar a todos los pelones para abordar dos autobuses Estrella de Oro, Apango y Fierro fueron de los primeros en formarse para subir. A Julio César lo bajaron. La banda de Guerra estaba exenta de ir. Julio César protestó. Era de los que más disfrutaban las actividades de lucha. Ni hablar. Apango, que detestaba cualquier actividad del estilo, se hizo sordo entre la multitud o nada más no cupo en los dos ómnibus atestados de pelones.

El Apango, sobreviviente del día 26 de septiembre de 2014 sigue
buscando a sus 43 compañeros desaparecidos y exigiendo justicia.

Foto:Tryno Maldonado.
Los autobuses se marcharon dejando una estela de tierra cerca del comedor. Julio César y Apango aún tenían hambre. Fueron a comprar una lata de chiles en escabeche a la cooperativa y le pidieron a la tía encargada que les regalara algo de sal. Caminaron hasta la parte posterior del  barranco, pasando los chiqueros, hasta el arroyo que pasaba por detrás de la Normal. Improvisaron unos anzuelos con un alambre delgado que afilaron contra las rocas y unas cañas con las ramas de un árbol bajo el que se habían sentado. Escarbaron en la tierra húmeda para conseguir algunas lombrices. El sedal de Julio César fue el primero en picar. Gritó de emoción. Era una trucha pequeña. A esa primera trucha le siguió otra. Julio César miró al Apango con los ojos radiantes. Fueron siete truchas en total. ¿Raciones en el comedor? Bah. Era su día de suerte.

Julio César lavó y limpió las siete truchas ante la mirada hambrienta de Apango. Cortó unos limones que tomaron al cruzar por los módulos de producción y así, sin más ingredientes que la sal, empezó a cocinarlos sobre el fuego que Apango acababa de encender.

Apango es sociable y parlanchín. Pero el Fierro era callado. Casi no hablaron. El fuego los tenía hipnotizados. El ruido desesperado de sus intestinos era lo único que parecía dialogar entre sí. Al fondo, en el horizonte que se oteaba desde la parte alta de barranco, los colores de la tarde estallaban contundentes y claros frente a sus ojos. A las 19:00 horas, comenzaron a devorarse la pesca del día.


Tryno Maldonado y Doña Bertha, Mamá de Julio César Ramírez 
Nava, asesinado por el estado mexicano el 27 de septiembre de 2014
en Igual. Ella no se detendrá hasta encontrar justicia para su hijo, para 
Daniel Solís, para Julio César Mondragón y encontrar a los 43. Foto: 
Tryno Maldonado.
Por la noche, cuando reposaban la comida acostados en sus colchonetas, llegó el anuncio sorpresivo de la tragedia de Iguala. Fue en la cancha principal donde se dio el anuncio. Los muchachos de las otras academias corrían buscando algún voluntario que se ofreciera a conducir uno de los autobuses que no tenía operador  o, en su defecto, las dos Urvan de la escuela. No hallaban a los encargados de la Cartera de Transporte. Fierro era de los primeros en ofrecerse para las actividades de lucha, así que saltó del dormitorio con la barriga todavía llena, se dirigió a buen paso al estacionamiento y subió a una de las camionetas.


Las butacas de Julio César Mondragón, de Julio César Ramírez Nava (el Fierro) y de 
Daniel Solís Gallardo, los tres estudiantes caídos la noche del 26 de septiembre del 2014.
Sus familiares siguen exigiendo justicia. Foto: Tryno Maldonado.

Maldonado, Tryno. Ayotzinapa. El rostro de los desaparecidos. Editorial Planeta, México, 2015. pp: 337-339.

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